31.01.2025

ENCUESTA: Una radiografía de las juventudes latinoamericanas: ¿qué esconden las canciones de Bad Bunny?

Te invitamos a leer el artículo de Agenda Pública sobre la encuesta 'Juventudes: Asignatura Pendiente', realizada por la Fundación Friedrich Ebert en 2024, que recoge las voces de casi 22 mil jóvenes de 14 países de América Latina y el Caribe sobre la participación y las actitudes políticas, condiciones de vida, motivaciones para formar parte de una organización, posicionamiento sobre principales causas políticas y sobre la democracia, así como el uso de tecnologías y acceso a la información. Entérate aquí sobre el más reciente estudio sobre juventudes y democracia en toda la región.

A continuación reproducimos el artículo publicado originalmente por Agenda Pública el 30 de enero de 2025.

La encuesta 'Juventudes: Asignatura Pendiente', realizada por la Fundación Friedrich Ebert, ofrece una radiografía de las inquietudes políticas y económicas de los jóvenes latinoamericanos. En 'Agenda Pública', analizamos de la mano de los expertos responsables del estudio cómo estas tendencias impactan no solo en sus países de origen, sino también en España.

"Otro sunset bonito que veo en San Juan. Disfrutando de todas esas cosas que extrañan los que se van". A simple vista, podría parecer otra letra vacía de las listas de éxitos, una oda genérica a la nostalgia. Pero la canción principal del nuevo álbum de Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido artísticamente como Bad Bunny, captura algo mucho más profundo: la realidad de una generación que se debate entre quedarse o marcharse de su país.

"A través de su creación consiguió representar el mensaje y las necesidades de todo un pueblo, usando la plataforma y la fama que este pueblo le dio para comunicar al mundo sus problemas", describe el influencer Bass troublesome Diop. Y no es solo Puerto Rico. La sensación de desencanto atraviesa fronteras y se extiende por toda América Latina.

"Según la reciente encuesta 'Juventudes: Asignatura Pendiente', realizada por la Fundación Friedrich Ebert en colaboración con YouGov, el deseo de dejar su país es una constante entre los jóvenes de la región"

La incertidumbre económica, la falta de oportunidades y la inseguridad han llevado a que una mayoría de los jóvenes latinoamericanos contemple la posibilidad de emigrar. Según la reciente encuesta Juventudes: Asignatura Pendiente, realizada por la Fundación Friedrich Ebert en colaboración con YouGov, el deseo de dejar su país es una constante entre los jóvenes de la región, reflejo de un malestar estructural que no encuentra respuestas en casa. En este contexto, la música de Bad Bunny no solo resuena como un fenómeno cultural, sino como una banda sonora generacional de quienes sienten que su futuro, quizás, esté en otro lugar.

El fenómeno no afecta a todos por igual. Como señala Micaela Raffa Barro, coordinadora internacional de las juventudes socialistas y vocal del partido socialista en Guaymallén, Mendoza; las motivaciones varían según la clase social: "Los jóvenes de clase media y clase media baja suelen emigrar impulsados por la falta de trabajo y la crisis económica, mientras que aquellos de clase media alta lo hacen principalmente por estudios o la búsqueda de nuevas experiencias".

 

El contexto económico agrava la desconexión política. Muchos jóvenes se enfrentan a lo que algunos expertos llaman un "proceso de maduración tardía", caracterizado por la incapacidad de acceder a condiciones materiales básicas como una vivienda, un automóvil o un empleo estable. Esta precariedad retrasa su transición a la vida adulta y limita su participación cívica.

Los datos avalan estas conclusiones de manera contundente. En República Dominicana y Perú, el 62% de los jóvenes expresa su deseo de emigrar, mientras que en Colombia la cifra se sitúa en el 60%. En Argentina, el 52% preferiría abandonar el país frente a un 37% que optaría por quedarse. Ecuador refleja una tendencia similar, con un 57% de jóvenes considerando la posibilidad de marcharse. Incluso en países percibidos como más estables, como Chile, más de la mitad de los jóvenes (57%) comparte esta aspiración migratoria.

Contrastan estos números con los de Costa Rica, Uruguay y Panamá, donde una minoría de jóvenes —entre el 35% y el 37%— expresa deseos de emigrar. Aunque menos pronunciado, sigue siendo un índice significativo que refleja las tensiones sociales y económicas causadas en gran parte por la desigualdad estructural de la región.

A pesar de la incertidumbre, algunos mantienen una perspectiva optimista. Según Raffa Barro, "alrededor del 40% de los jóvenes cree que el futuro puede ser mejor". Sin embargo, las tasas de desempleo en la región —que oscilan entre el 37% y el 57% para las edades de dieciocho a treinta y cinco años— ponen en duda estas esperanzas.

"La encuesta de la Fundación Ebert plantea que la juventud latinoamericana se debate entre permanecer en sistemas que les ofrecen poco o aventurarse hacia lo desconocido en busca de oportunidades".

La encuesta de la Fundación Ebert plantea que la juventud latinoamericana afronta una disyuntiva: permanecer en sistemas que les ofrecen poco o aventurarse hacia lo desconocido en busca de oportunidades. En cualquier caso, la creciente fuga de talento supone un reto significativo para el futuro de la región y su capacidad para retener a quienes, potencialmente, podrían liderar su transformación.

El precario equilibrio de la democracia en América Latina

Aunque la mayoría de los jóvenes latinoamericanos afirman apoyar la democracia, los datos reflejan una inquietante ambivalencia. Una proporción considerable respalda afirmaciones como "un líder fuerte resuelve los problemas mejor que los partidos y las instituciones". En Honduras, el 74% de los jóvenes concuerda con esta idea, seguido de Ecuador (73%), Perú (71%) y Costa Rica (70%). Este patrón sugiere una apertura preocupante hacia soluciones autoritarias.

La satisfacción con la democracia varía sustancialmente según el país, como explica Marco Augusto Gutiérrez Rivera, gerente de la Oficina de la Juventud en Tarija, Bolivia: "Latinoamérica puede presentarse como un todo desde la narrativa o la retórica, pero los datos nos muestran que somos países distintos, con condiciones estructurales y contextos muy diferentes. Por ejemplo, la alta satisfacción de los jóvenes uruguayos con su democracia puede atribuirse a su nivel de institucionalidad, mientras que en Venezuela el 72% de los jóvenes no se siente satisfecho con su sistema de gobierno".

El compromiso con los principios democráticos también es tenue. Aunque el 73% de los jóvenes peruanos consideran que "la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno", en Costa Rica, bastión tradicional de estabilidad democrática, la cifra cae al 58%.

Más preocupante aún es la tolerancia hacia el autoritarismo. En Ecuador, el 48% de los jóvenes cree que "en determinadas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático". Este sentimiento no es aislado: en República Dominicana (44%), Honduras (42%) y México (41%) se observan tendencias similares.

"En Latinoamérica, explica, varias corrientes exploran formas democráticas que no necesariamente pasan por el institucionalismo"

La concepción misma de democracia también se somete a debate en el continente. Gutiérrez Rivera subraya cómo algunos jóvenes en Bolivia, especialmente aquellos vinculados a movimientos progresistas, han adoptado lo que llaman una "democracia de aquisitos" o de los pequeños logros o de la cercanía. "Es una democracia que se construye día a día, no a través de las instituciones formales, sino mediante espacios comunitarios y movimientos sociales". El gerente de la oficina de Juventud plantea una pregunta interesante: "¿puede existir una democracia funcional sin partidos políticos?". En Latinoamérica, explica, varias corrientes exploran formas democráticas que no necesariamente pasan por el institucionalismo.

Mientras tanto, las prioridades inmediatas de los jóvenes revelan un trasfondo de descontento estructural. La encuesta destaca que la pobreza, el desempleo, el consumo de drogas y la inseguridad son los principales problemas que encaran. En este contexto, la tentación del autoritarismo puede parecer una solución rápida para desafíos profundamente arraigados.

Aspiraciones y contradicciones económicas

Los jóvenes latinoamericanos están configurando un panorama económico lleno de contrastes. Mientras que sus preferencias revelan una inclinación hacia políticas redistributivas, también expresan una confianza inesperada en las soluciones del mercado, desafiando las narrativas tradicionales sobre el desarrollo en la región.

La tributación es un ejemplo particularmente elocuente. Una abrumadora mayoría de jóvenes apoya medidas redistributivas: en Costa Rica, el 75% respalda la idea de imponer un impuesto adicional a los ricos para redistribuir la riqueza. Ecuador (72%) y Chile (67%) muestran niveles de apoyo igualmente altos, y en economías más orientadas al mercado, como México y Colombia, más del 60% también está a favor.

Sin embargo, esta postura aparentemente progresista contrasta con su visión sobre la gestión de servicios públicos. Como señala Alejandra Arburola, anteriormente asesora del presidente de Costa Rica y actual diplomática, "los jóvenes parecen pensar que los servicios serían más eficientes si los suministrara el sector privado. Esto genera una paradoja: apoyan la redistribución de la riqueza, pero al mismo tiempo contribuyen a concentrarla al preferir servicios privados que suelen estar en manos de grandes empresas".

"Si bien los jóvenes latinoamericanos defienden la redistribución como principio, parecen valorar el rendimiento práctico de las soluciones privadas"

La privatización, de hecho, encuentra un amplio respaldo en ciertos países. En Venezuela, el 77% de los jóvenes considera que los servicios estratégicos, como las telecomunicaciones o los servicios básicos, están mejor administrados por empresas privadas. Bolivia (67%) y Ecuador (63%) reflejan una confianza similar en las soluciones de mercado. Por el contrario, el escepticismo prevalece en países como Colombia, donde solo el 46% comparte esta opinión, o Uruguay, con un 51%.

Estos datos pintan un retrato de una generación pragmática pero contradictoria, que busca un equilibrio entre la equidad y la eficiencia. Si bien defienden la redistribución como principio, parecen valorar el rendimiento práctico de las soluciones privadas, incluso cuando estas pueden perpetuar las desigualdades que dicen querer combatir. En última instancia, estas contradicciones no solo reflejan las tensiones internas de las aspiraciones juveniles, sino también los dilemas estructurales en la búsqueda de desarrollo en América Latina.

La memoria política del emigrante

Así, la encuesta de la Fundación Ebert resulta reveladora. Por una parte, consigue capturar por primera vez las necesidades de la juventud de una región llena de diversidad. Por otraparte, aporta luz sobre las sensibilidades políticas y las preferencias económicas de muchos de los inmigrantes que recibe España. En 2024, los latinoamericanos suponían un 37% de las personas extranjeras con contrato de trabajo en nuestro país y el origen más frecuente de las personas nacionalizadas españolas. 

Emigrar no significa empezar de cero. Los valores, frustraciones y aspiraciones que moldearon sus contextos nacionales viajan con ellos, influyendo en sus comunidades de destino. Como ya exploramos en Agenda Pública, la socialización política de los inmigrantes latinoamericanos no se disuelve con la migración, sino que continúa dando forma a sus actitudes y decisiones en sus nuevos países.

En este sentido, la diáspora no solo transforma la vida de quienes parten, sino que también impacta los escenarios políticos de los países que los reciben. La pregunta clave es si los migrantes mantendrán las mismas tendencias políticas que tenían en sus lugares de origen o si, en función de sus nuevas circunstancias, experimentarán un cambio en su forma de ver la política. Como señaló en este medio la profesora de la URJC Rut Bermejo, "habrá que prestar mucha atención a si estas personas continúan con sus tendencias políticas de origen —por ejemplo, los venezolanos que huyen del régimen bolivariano y se asocian a un voto de centroderecha—, o si realizan un proceso de resocialización política y, dependiendo de sus circunstancias en España y las políticas nacionales, deciden su voto".

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