17.08.2023

El fin de la isla de la paz

En este artículo, Constantin Groll, director de FES Ecuador, se pregunta si nuestro país puede escapar de la espiral de violencia. "Para captar la dimensión de la violencia y la inseguridad en el país, basta con solamente mirar a la tasa de homicidios (25,9 por cada cien mil habitantes en 2022) para comprobar que al momento es más probable ser asesinado en la antaña isla de paz que en países acostumbrados a la violencia como México o Brasil". | Agosto 2023

 

El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio conmociona a Ecuador. ¿Puede el país escapar de la espiral de violencia?

Desconcierto, miedo, ira y tristeza: el asesinato de Fernando Villavicencio envía ondas de shock a todo Ecuador. Once días antes de la primera ronda de elecciones presidenciales anticipadas, el candidato conservador fue asesinado el miércoles 9 de agosto por la noche, luego de un acto de campaña electoral en el centro de la capital, Quito. El presunto autor fue posteriormente asesinado por las fuerzas de seguridad.

Villavicencio, de 59 años de edad, uno de los ocho candidatos presidenciales, no era el favorito para la contienda electoral del 20 de agosto. Según encuestas serias, sus chances eran cada vez más pequeños de llegar a la segunda vuelta frente a la candidata Luisa González -del partido del expresidente Rafael Correa- a quien todas las encuestas posicionan como favorita con una amplia ventaja. Sin embargo, el exsindicalista y periodista se posicionaba explícitamente como abanderado anti-correista en la lucha contra la criminalidad, corrupción y denunció las conexiones entre el crimen organizado e instituciones estatales como la policía y los militares. En varias ocasiones durante la campaña electoral, el candidato denunció amenazas de muerte.

La noticia de este brutal crimen se expandió como un incendio forestal en el país. A pesar de que gran parte de los trasfondos del atentado todavía no han sido esclarecidos, una cosa es cierta: golpean al país en tiempos de grave incertidumbre social, polarización política y crisis socioeconómica. La autoimagen de muchas personas ecuatorianas de que se vivía en un país comúnmente conocido como isla de paz, rodeado de países vecinos violentos, se ha ido definitivamente, quizá para siempre. Esto también se debe a que, probablemente, nadie en el país consideró alguna vez que un crimen de este tipo sea posible. Se trata de la última escalada de espiral de violencia que se ha agravado rápidamente en los últimos dos años, y sobre la cual, el gobierno de Guillermo Lasso ha reaccionado sin ideas y desorientado.

Para captar la dimensión de la violencia y la inseguridad en el país, basta con solamente mirar a la tasa de homicidios (25,9 por cada cien mil habitantes en 2022) para comprobar que al momento es más probable ser asesinado en la antaña isla de paz que en países acostumbrados a la violencia como México o Brasil. Además de la expansión de la delincuencia organizada en la forma de bandas transnacionales conectadas y que se enfrentan entre sí, también juegan un rol el debilitamiento de las instituciones estatales por medio de la política de austeridad de los últimos dos gobiernos, así como el extraño desinterés de decidores políticos en el desarrollo y puesta en marcha de estrategias y programas efectivos para mantener la seguridad interna, así como también, realizar reformas efectivas a las fuerzas del orden disfuncionales. Tampoco ayuda que la situación geopolítica del Ecuador es cada vez más marcada como punto de paso para el envío de drogas hacia Europa y Asia.

La “mexicanización” de Ecuador, entendida no como una secuencia, sino como una analogía de la violencia y dinámicas de difusión de la delincuencia organizada en México a inicios de los 2000, se manifiesta hoy día en Ecuador como una forma de crecimiento descontrolado del radio de acción de bandas de drogas enemigas. A ello contribuye no solamente el crecimiento de las personas asesinadas violentamente, sino también el crecimiento exponencial de las extorsiones, secuestros, trata de personas, masacres carcelarias y otros actos violentos. Si bien todos los sectores se ven cada vez más afectados, son los sectores socialmente desfavorecidos de la población quienes experimentan la mayor parte de la violencia. La “mexicanización” del Ecuador también se manifiesta por medio de la tolerancia y/o complicidad de instituciones estatales y actores, particularmente autoridades de seguridad, lo cual solamente se lo puede investigar dentro del país poniendo la vida en riesgo.

Pues algo está claro en medio de lo incomprensible y del shock para muchas personas ecuatorianas del asesinato al candidato a presidente Villavicencio: se conecta con una serie de actos de violencia contra otras personalidades políticas en los últimos meses. De acuerdo con estimaciones periodísticas se calcula que han ocurrido al menos 60 actos de violencia (algunos letales) en contra de personalidades políticas de distintos partidos en el marco de las últimas elecciones seccionales de febrero de 2023. Apenas unas semanas antes del atentado a Villavicencio, el país se estremeció con el asesinato del alcalde de la ciudad costera de Manta, Agustín Intriago, quien fue baleado en la calle, supuestamente, como venganza de bandas de droga que no pudieron acceder a contratos públicos.

Estos hechos violentos contra autoridades políticas del país son apenas la última evidencia de la fragilidad del monopolio de violencia del Estado ecuatoriano. Deben ser también una alarma a todo el espectro político ecuatoriano de que empieza a cerrarse la ventana de oportunidad para una acción resolutiva, integral y, sobre todo, realizada en consenso por todos los partidos políticos. Los tiempos de Ecuador como isla de paz en la región puede ser que se hayan acabado, sin embargo, se debe luchar en conjunto contra un futuro en el que la violencia en la región esté en el centro.    

* Este artículo fue publicado en IPG en  alemán  y en IPS en inglés el 11.08.2023

Sobre el autor

Constantin Groll es el Director de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES-ILDIS) en el Ecuador.

Estudió Ciencias políticas y Economía en la Universidad de Heidelberg y Berlín, profundizando en áreas tales como política Latinoamericana, para lo cual realizó una estadía en la Universidad  de Buenos Aires (UBA). También curso sus estudios doctorales y postdoctorales en Ciencias Políticas en la Universidad Libre de Berlín.

Por más de cinco años, desarrollo varios proyectos de docencia e investigación realizando estadías en México, Chile, Perú, Colombia y EE.UU. En los últimos años se ha desempeñado como director de la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung en Paraguay.

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