Desde su aprobación en septiembre de 2008, la Constitución ecuatoriana estableció al Buen Vivir como su principal eje. De esta manera, el país apostó por desvincularse de las visiones tradicionales de desarrollo hacia una filosofía trascendental, con mayor sentido de
comunidad y orientada a propiciar la armonía del ser humano con la naturaleza. Desde entonces, el Buen Vivir se ha posicionado como una idea movilizadora y notable tanto en el campo social y económico, así como en el sector político ecuatoriano.
Sin embargo, el camino hacia ese horizonte ideal que refleja el Buen Vivir no ha estado exento de contradicciones y desafíos permanentes que surgen por la estructura misma de la economía ecuatoriana, la cual es una herencia de décadas de obedecer a modelos supeditados a la exportación de materias primas
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